Punto de partida
Valle de la muerte, apoyo de Pablo Valenzuela y fracaso en Silicon Valley: el recorrido de Komal Dadlani en lab4u
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“Tengo una lista de 200, 300 inversionistas. Le habré pitcheado fácil a 180 y más de 100 me han dicho que no”, cuenta Komal Dadlani, fundadora de la startup de educación Lab4U, en el podcast MAS Pitch. De todas esas instancias, hubo una reunión que cambió por años el curso de la empresa.
La escena la recuerda así: “En 2015 conocí a un inversionista muy famoso en esa época. Me lo presentaron y me dijo que le interesaba Lab4U. Había apostado temprano en Google y decidió invertir US$ 250.000 en nosotros mediante un SAFE (un contrato donde un inversionista entrega financiamiento a cambio de la promesa de obtener acciones en el futuro)”.
También se sumó el bioquímico chileno Pablo Valenzuela y el empresario Alan Farkas, además del capital de una aceleradora norteamericana. Con eso, la firma cerró una ronda de US$ 500 mil. Hasta entonces todo corría con normalidad. Con esos recursos contrataron a un empleado en Estados Unidos que costaba US$ 100 mil anuales, y los planes de crecimiento estaban ejecutándose. Pero surgió algo inesperado.
“Nos enteramos de que este inversionista no era lo que decía. Ahora, que han pasado muchos años y porque le devolvimos la plata, puedo contarlo con tranquilidad: era Alberto Chang”, dice la fundadora y CEO de Lab4U. Luego de casi una década de recibir los recursos, Dadlani devolvió la inversión de Chang, acusado de armar una de las estafas piramidales más grandes de Chile, la cual afectó a cerca de mil personas.
Startup sin querer
Para llegar a eso hubo un recorrido largo. Komal, hija de inmigrantes indios radicados en Arica, siempre fue fanática de la ciencia. Por eso estudió bioquímica en la Universidad de Chile, donde -dice- hacía prácticas todos los veranos mientras sus compañeros se iban de vacaciones.
Al salir de su carrera entró a un magíster en la misma área de estudio. Su tesis fue en bioquímica de diagnóstico molecular. Luego de eso, entró a trabajar a la Fundación Ciencia y Vida y a Andes Biotechnologies, firmas dedicadas a la investigación y desarrollo, ligadas a Pablo Valenzuela. “Eso me cambió la vida”, rememora.
Cuando Komal Dadlani tenía que entregar los papeles para finalizar el magíster, se cruzó con un cartel de un evento de Start-Up Chile. Este decía: “Startup weekend, cambia el mundo en 54 horas”. El aviso venía acompañado de logos de empresas como Microsoft o Amazon Web Services. La bioquímica no tenía idea de lo que significaba, pero igual postuló. Ahí conoció a su futuro socio, Álvaro José Peralta. “Di un pitch diciendo que quería solucionar los problemas de la educación científica. No tenía idea cómo, pero era el deseo. Buscábamos hacer equipamiento de laboratorio de bajo costo”, recuerda la emprendedora.
“Creo que se equivocaron en elegirnos”. Sin ningún modelo de negocios ni experiencia en emprendimientos, Dadlani y Peralta fueron seleccionados por Start-Up Chile. Su primer prototipo se basaba en usar los sensores del celular para realizar experimentos simples. Recibieron US$ 40 mil y ninguno de los dos quería dedicarse full time al proyecto.
“Al mes voy donde Horacio Melo (entonces director ejecutivo de la aceleradora estatal) y le digo: ‘Yo creo que se equivocaron en elegirnos, aquí está la plata, no la queremos, vamos a seguir con lo nuestro’. Él me respondió: ‘Komal, no nos equivocamos, tienes cinco meses para demostrar lo contrario’”.
“Teníamos una app horrible, nadie quería hacer experimentos con el celular. Era un desastre al principio, pero teníamos buenos prototipos, una buena idea y ganas de revolucionar la educación científica”. Se les acabaron los fondos de Start-Up Chile, entraron a Socialab y decidieron salir a levantar capital. Sin pensarlo, ya eran emprendedores.
Cuelga el delantal
La vida de Dadlani se desarrollaba entre el laboratorio de la Fundación Ciencia y Vida y las oficinas de Start-Up Chile. En ese entonces salió una nota en La Tercera y un colega se enteró de que estaba emprendiendo. “Pensé que me iban a despedir”, recuerda.
Pero tuvo suerte: en ese entonces Carolina Torrealba (quien luego fue ministra de Ciencias de Piñera), trabajaba en la ONG y le dijo que tenían que presentarle su proyecto al directorio. “Con mi delantal y un computador antiguo me conecté e hice un pitch muy general”, rememora la CEO de Lab4U.
El presidente de la fundación, Pablo Valenzuela -Premio Nacional de Ciencias Aplicadas y Tecnológicas 2002, bioquímico de la Universidad de Chile, doctorado en Química de la Universidad Northwestern (1970) y postdoctorado de la Universidad de California-, advirtió antes de comenzar: “Perdónenme, estoy con unas llamadas en Berkeley. Voy a estar entrando y saliendo, pero denle nomás”.
Valenzuela se terminó quedando, y al salir de la presentación le dijo a Dadlani que volviera al día siguiente a su oficina. “¿Cuánto necesitas tú?”, le preguntó. “¿Cuánto por el 10% de tu compañía?”, insistió. “Yo estaba sudando. Abrió su cajón, sacó un cheque y me dijo: ‘¿Cómo se llamaba esto?’ Lab4U, le contesté, tiritando. Escribió un cheque por US$ 100 mil. Ni siquiera teníamos una cuenta donde depositarlo”, recuerda Dadlani. Colgó el delantal y se dedicó full time a Lab4U.
Fracaso en Silicon Valley y actualidad
Dadlani inició así un largo recorrido: se mudó a Silicon Valley gracias a un programa de aceleración de Zynga (la empresa de videojuegos), durmió en hostales con ratones y en otros donde sólo había hombres y los baños eran compartidos. Allá fracasó y tuvo que devolverse a Chile. Postuló nueve veces a Y Combinator, y en todas las ocasiones fue rechazada.
Pero en su historia hay mucho más que ese puñado de fracasos. La compañía -que en palabras de su fundadora “busca democratizar la educación en STEM a través de tecnologías que transforman los smartphones en instrumentos de laboratorio”- recibió el apoyo del banco norteamericano Morgan Stanley y ya son 22 empleados.
“Los primeros seis, siete años fueron en el valle de la muerte. El 2020 pivoteamos con dos modelos de negocio y hemos crecido 2X desde ese año. Hoy facturamos más de seis cifras”, destaca la CEO. Tienen 8 mil estudiantes, 40 colegios y 12 clientes corporativos.
Para escuchar la historia completa, escanea el código QR. Capítulo disponible en los canales de MAS Pitch en YouTube y Spotify.